Salva tu dinero, no vayas al show
No recuerdo en qué circunstancias llegué a encontrarme con la obra de Kaurismaki.
La primera película que vi fue La Vie de bohème, en 2010 aproximadamente, no sabia que era suya, en aquel tiempo solo veia peliculas por el título o por su contenido, no por su autoría. Pasado el tiempo yo cambié pero Kaurismaki no, me volví a encontrar con él en Le Havre, a principio del 2019 y de ahí empecé esta indagación acerca de su obra.
Mientras empiezo a escribir esta nota suena en spotify Don’t eat the yellow snow de Frank Zappa, y una parte de la canción dice “save your money don’t go to the show” (salva tu dinero no vayas al show), lo cual me hizo pensar en la obra del autor finlandés. Este hombre “clásico” que como todo autor sugiere no ir al show, sugiere ser consciente con el consumo, sugiere valores humanos que trascienden los tiempos y las culturas, y es ahí donde reside su clasicidad.
Compañerismo o camaradería es una de los pilares de las relaciones de los personajes en casi todas sus películas, la relación de estos personajes se acompañan por valores de confianza tácita, de encuentros fortuitos que marcan los caracteres de habitantes de una sociedad determinada, tanto el encuentro más «bruto» en su Finlandia natal como el encuentro un poco más encubierto en su representación de Francia. La manera en que el encuentro de los personajes y sus metas se bifurcan marca una de las características más indescifrables de la «magia» de Kaurismaki, con un tinte de surrealismo pero a la vez tan humano en el sentido común y corriente de la palabra.
Podría decir que en los films de Kaurismaki, siempre estoy ahí, estoy en un presente continuo; un niño tiene que enfrentar el ser extranjero a muy corta edad, y no está en otro tiempo que no es el presente, no busca ayuda en un posible futuro o en un recuerdo de un nostálgico pasado; un hombre trabaja de guardia de seguridad en un mega mall, todos los días pasan en su propio espacio atemporal, los eventos suceden y él sigue atemporalizado, esta es la manera en que ancla al presente por medios ficticios. Cuando estas vivo estás, y cuando estás muerto ya no estas, esta simple pero a la vez compleja sentencia es la que transcurre a lo largo de los films.
¿Quién necesita un Dios?
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¿Puede un mismo realizador conmemorar el fin de la raza humana y al mismo tiempo hacer brillar acciones humanistas ?
Un hombre que no mira para atrás y que dice: La memoria es más indulgente que la verdad, creo que sí podría tener esta doble lectura en su accionar artístico. Es así, que con su poética de solidaridad abarca un tiempo, su propio tiempo que es real y verdadero para él y para todos los espectadores que compartimos sus piezas de no más de 70 minutos.
Sus películas nos miran, nos acompañan y nos anticipan problemas políticos de nuestro presente. Nos hacen ver el consumismo y no nos hacen ver el consumismo.
¿Cómo es eso posible?

En sus films no vemos relaciones humanas mediadas por las tecnologías, encontramos decoraciones de otros tiempos que se instalan en lo nuestro y quedan anclados por sus personajes. Es ahí donde está nuestro presente , en esta ausencia se encuentra el azote del consumismo, los males de una sociedad de consumo. Donde nos dice «La codicia es un pecado mortal», pero no para sentir culpa y esperar un espacio en el cielo, sino para ver esta codicia, realmente verla en carne y hueso.
Existimos porque tenemos que consumir. Sus personajes no consumen, y qué bien existen.
En un mundo hasta donde la esperanza se plantea en el futuro, como un valor a conseguir, un producto al que aspirar. Este realizador nos muestra una esperanza alejada de las más espectacularización posible que el entretenimiento supo generar. La esperanza está, no es un producto, es un motor propio del ser humano alejada de cualquier actitud religiosa.

El idealismo ciego, ignorante del mundo, sólo sirve para halagar la buena conciencia de quienes lo profesan. Un realismo limitado no ha logrado ver la diferencia entre la tortura y los interrogatorios, entre la guerra y la justicia. No se puede ir muy lejos con esta oposición de los realistas que se ensucian las manos y de los espíritus nobles que defienden la moralidad. Me recuerda los debates entre expertos económicos y almas generosas: algunos dicen cómo son las cosas, otros cómo deberían ser. Un diálogo de sordos. Tenemos que empezar con el mundo tal como es para hacer el mundo como queremos que sea.
La existencia humana, como hemos visto, es un jardín imperfecto.
Los excesos morales son perjudiciales. Pero una vida sin ninguna idea de justicia y esperanza ya no es una vida humana.
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La obra de Kaurismaki sigue despertando sensaciones aunque te lo sepas de memoria, no hay un lugar exacto para la obra de este director, él pudo encontrar su sitio y no es fácil ponerlo al lado de otro, pero es placentero conectar de cuando en cuando, con alguna de sus películas. Tiene algo que contar y encontró su manera de cómo hacerlo. Genera una agradecida sonrisa cada vez que lo pasas a visitar.
Un hombre romántico que sugiere gestos nobles y políticos, desde un lugar donde cada vez menos lo hacen.
